Ahora bien, creerás muchas cosas, poetisa
Pero nunca, nunca, entenderás
El abismo entre la mente y la palabra.
Jamás encerrarás un sentimiento en un sonido,
Jamás leerás mi corazón en lo que digo
Porque -mi pobre poetisa- ya no entiendes
Las cosas que se dicen desde el río.
En los prados verdes lo he sido todo
Y no he sido nada. Y he aprendido a aceptar
Que mi pobre poetisa ha muerto
Y que las batallas que libramos hace años
Son solo material poético.
Alimento del recuerdo
Y pasto de gusanos son ya esas cosas, mi vida.
Mi dulce y blanca poetisa consumida
Por el hechizo de la ciudad, Y yo,
Que solo espero jamás seguir tus pasos
Y ver consumirse el cadáver fiel de mi mastín
Bajo las faldas de mis montes y mis sierras
Y ser yo algún día quien les marque a los astros su destino
Y quien alimente a los pastos
Y quien reciba el sustento de sus manos callosas,
De su sudor y su sangre y nunca de las tibias
Manos de los banqueros y los jefes.
Oler a humo y a cuajo y a invierno
Y siempre hablar desnudo como cantan
Los pájaros y como duermen las piedras.
Y simplemente, mi vida, mi poetisa,
En un acto íntimo y dulce, dormir tu ausencia,
Como se duerme a un niño pálido que ríe
Porque de nada sabe.
jueves, 24 de junio de 2010
viernes, 11 de junio de 2010
Oración
Hablarte a ti, sujeto tácito
siempre a ocultas, es hablarme a mí,
es hablar a mi conciencia
y después callar silencios como losas.
Hablo de ti en la noche:
desecho, cansado, en la última hora,
interrumpo el silencio para hablar de ti
cuando sufro tanta vida y tanta muerte en las costillas
que hablo cosas oscuras, sin querer.
Mirando al cielo lanzo el verbo.
Ya amargo el caracter, ya hinchados los pulmones.
de aire tibio e incensado hablo.
Rojos los ojos junto a mi lumbre.
rojo todo el cuerpo y el bosque:
de ti hablo roto el cuerpo.
Y aun sepultado en el limo de ti
y de nadie más quiero hablar.
Busco en ti mi alma lavada con lejía,
de tí quiero llenar mi vacío.
siempre a ocultas, es hablarme a mí,
es hablar a mi conciencia
y después callar silencios como losas.
Hablo de ti en la noche:
desecho, cansado, en la última hora,
interrumpo el silencio para hablar de ti
cuando sufro tanta vida y tanta muerte en las costillas
que hablo cosas oscuras, sin querer.
Mirando al cielo lanzo el verbo.
Ya amargo el caracter, ya hinchados los pulmones.
de aire tibio e incensado hablo.
Rojos los ojos junto a mi lumbre.
rojo todo el cuerpo y el bosque:
de ti hablo roto el cuerpo.
Y aun sepultado en el limo de ti
y de nadie más quiero hablar.
Busco en ti mi alma lavada con lejía,
de tí quiero llenar mi vacío.
sábado, 20 de febrero de 2010
Intervalo en la noche
Que bello es estar aquí tumbado junto a ti. Después de haber sentido tantos pesares con esas pesadillas de reptiles y manglares que tan a menudo molestan mis sueños.
Parece que después de todo encender la luz ¡la luz! y beber un poco de agua lo dejan a uno más relajado.
Pero sobre todo es estar aquí, contigo. Silenciosa. En este mutismo de ventana iluminada. Bajo el calor de la casa; mirando al techo y despatarrado sobre este gurruño de sábanas. Feliz a las tres de la mañana de tu mirada sincera y cómplice. ¿Quién si no tú se podría despertar a estas horas para acompañar mi terror infantil?
Esta mañana hablé con Mario. Hace mucho que no nos vemos. Hace mucho que no veo a nadie.
No voy a engañarme diciendo que no los echo de menos. Pero hoy por hoy es raro que cada uno traspase el umbral de su propia vida. Los amigos van quedando como satélites de los que de cuando en cuando uno se cuelga para no dormir, para no tener pesadillas de reptiles. Hace tiempo que sólo tú eres mi compañera.
Y mira ahora…una vez más tan noble te acurrucas junto a mí pidiéndome cariño. Pidiéndome unas caricias y poco más. Unas caricias que yo te daré de buen gusto con una sonrisa a medias y los ojos entornados y legañosos porque ¿sabes? He aprendido mucho de ti: el arte noble de escuchar, cierto magnetismo en la forma de mirar, una gracia elegante, aunque algo triste, como el otoño…
Sólo siento que no descorcharé contigo champán alguno.
Ven, acércate. Hazte una bolita sobre mi tripa. Ronronea, mi gata Lluna…entorna tus ojos. Tu arte felino…
Parece que después de todo encender la luz ¡la luz! y beber un poco de agua lo dejan a uno más relajado.
Pero sobre todo es estar aquí, contigo. Silenciosa. En este mutismo de ventana iluminada. Bajo el calor de la casa; mirando al techo y despatarrado sobre este gurruño de sábanas. Feliz a las tres de la mañana de tu mirada sincera y cómplice. ¿Quién si no tú se podría despertar a estas horas para acompañar mi terror infantil?
Esta mañana hablé con Mario. Hace mucho que no nos vemos. Hace mucho que no veo a nadie.
No voy a engañarme diciendo que no los echo de menos. Pero hoy por hoy es raro que cada uno traspase el umbral de su propia vida. Los amigos van quedando como satélites de los que de cuando en cuando uno se cuelga para no dormir, para no tener pesadillas de reptiles. Hace tiempo que sólo tú eres mi compañera.
Y mira ahora…una vez más tan noble te acurrucas junto a mí pidiéndome cariño. Pidiéndome unas caricias y poco más. Unas caricias que yo te daré de buen gusto con una sonrisa a medias y los ojos entornados y legañosos porque ¿sabes? He aprendido mucho de ti: el arte noble de escuchar, cierto magnetismo en la forma de mirar, una gracia elegante, aunque algo triste, como el otoño…
Sólo siento que no descorcharé contigo champán alguno.
Ven, acércate. Hazte una bolita sobre mi tripa. Ronronea, mi gata Lluna…entorna tus ojos. Tu arte felino…
La fiebre.
Quien ha libado mucha miel y desnudado a muchas vírgenes. Quien ha olido muchos tálamos y ha huido de puntillas en cientos de amaneceres. Ha deshojado pétalos de violeta y ha sido atormentado por la insidia de un contoneo trémulo. Del choque entre libras de carne y golpes huecos de cabeceros desconchando paredes; recuerda ante todo el aroma del café.
En la limpieza del alba dos sábanas flotan y todo es blanco. Un claxon desde fuera desgaja la realidad en dos planos. Huele a café recién hecho.
Lucía se ha ahogado esta noche.
Lucía se ha tirado a las vías del tren esta noche.
En la madrugada alguien miró desde la puerta entornada y derramó una lágrima como quien deja escapar la vida en ella.
Y yo, que he libado mucha miel y desnudado a muchas vírgenes supe entrever -con los ojos de la nuca y el hielo de la noche- una lágrima estallar en el suelo. Una mirada desde el otro lado de la puerta. Una silueta que, al girarse, impulsó un golpe de melena como el cierre de un telón.
Puedo buscar la armadura lógica. Crear hipótesis. Imaginar por qué no estás aquí. Qué sentido tiene tu suicidio. Esperar la confirmación en una llamada de teléfono.
La limpieza del alba hoy es aséptica. Más allá del ventanal se afanan los tenderos y los transeúntes en llegar a algún lugar…
Noto muchísimo calor. Calor ardiente sobre mi frente silenciosa. Todo huele a sudor. Me enredo, me ahogo…
* * *
-¿Y de dónde venía esta terrible tristeza que derramaba botes de amoniaco por los pasillos?
-No lo sé mi vida, ven a tomarte el café -respondió Lucía- ¿Estás ya mejor?
-Infinitamente…
En la limpieza del alba dos sábanas flotan y todo es blanco. Un claxon desde fuera desgaja la realidad en dos planos. Huele a café recién hecho.
Lucía se ha ahogado esta noche.
Lucía se ha tirado a las vías del tren esta noche.
En la madrugada alguien miró desde la puerta entornada y derramó una lágrima como quien deja escapar la vida en ella.
Y yo, que he libado mucha miel y desnudado a muchas vírgenes supe entrever -con los ojos de la nuca y el hielo de la noche- una lágrima estallar en el suelo. Una mirada desde el otro lado de la puerta. Una silueta que, al girarse, impulsó un golpe de melena como el cierre de un telón.
Puedo buscar la armadura lógica. Crear hipótesis. Imaginar por qué no estás aquí. Qué sentido tiene tu suicidio. Esperar la confirmación en una llamada de teléfono.
La limpieza del alba hoy es aséptica. Más allá del ventanal se afanan los tenderos y los transeúntes en llegar a algún lugar…
Noto muchísimo calor. Calor ardiente sobre mi frente silenciosa. Todo huele a sudor. Me enredo, me ahogo…
* * *
-¿Y de dónde venía esta terrible tristeza que derramaba botes de amoniaco por los pasillos?
-No lo sé mi vida, ven a tomarte el café -respondió Lucía- ¿Estás ya mejor?
-Infinitamente…
martes, 16 de febrero de 2010
EL SECRETO.
La habitación es blanca. La colcha y el montón de ropa sucia son del color de la bruma.
Pálida es la luz. Las paredes son blancas.
Mi alma alberga una conversación enferma.
Blanco es el papel. La mañana es blanca. La lluvia es blanca.
Una piel imaginada es blanca.
También los ojos de Homero.
El olor de la conciencia lavada con lejía es del color de las nubes malas.
Por fin se pudre. Empieza a salir el moho de mis ojos.
Ella está escondida debajo de la cama; cuidado pues con extender el brazo fuera de los límites del lecho.
El paladar irritado. Agazapado entre las sábanas. Hacinado en una esquina.
Ella está del otro lado de la puerta. Mirando.
No mires. No te clave la mirada.
El clima es tibio.
Ella está dentro del armario. Está allí, impregnando mis ropas. Yo noto su respiración entrecortada. Yo noto el olor de la bestia.
Mas acurrucado aún; me siento implosionar.
Se acerca. Sube encima de mi cama. Cabalga sobre mí.
Ella es blanca…Olvido lo que soy yo.
La luz del alba entra de soslayo, hipertrofiando cada defecto. Dejando al descubierto un corazón que palpita.
La luz ilumina dobleces. Ella está ahí. Quedan, oscuros, ciertos recovecos no iluminados.
La botella de ginebra sobre un tablón. Ella bebió de ella. Aún ha de tener el aroma de sus labios.
La almohada huele a carne cruda.
Ella estuvo danzando un tiempo en las orillas del sueño.
Si existió beberé de la botella. Descubriré aromas blancos.
Toda la belleza del mundo.
A contraluz se observa cómo las gotas de agua se queman al tocar el cristal de mi ventana…
Pálida es la luz. Las paredes son blancas.
Mi alma alberga una conversación enferma.
Blanco es el papel. La mañana es blanca. La lluvia es blanca.
Una piel imaginada es blanca.
También los ojos de Homero.
El olor de la conciencia lavada con lejía es del color de las nubes malas.
Por fin se pudre. Empieza a salir el moho de mis ojos.
Ella está escondida debajo de la cama; cuidado pues con extender el brazo fuera de los límites del lecho.
El paladar irritado. Agazapado entre las sábanas. Hacinado en una esquina.
Ella está del otro lado de la puerta. Mirando.
No mires. No te clave la mirada.
El clima es tibio.
Ella está dentro del armario. Está allí, impregnando mis ropas. Yo noto su respiración entrecortada. Yo noto el olor de la bestia.
Mas acurrucado aún; me siento implosionar.
Se acerca. Sube encima de mi cama. Cabalga sobre mí.
Ella es blanca…Olvido lo que soy yo.
La luz del alba entra de soslayo, hipertrofiando cada defecto. Dejando al descubierto un corazón que palpita.
La luz ilumina dobleces. Ella está ahí. Quedan, oscuros, ciertos recovecos no iluminados.
La botella de ginebra sobre un tablón. Ella bebió de ella. Aún ha de tener el aroma de sus labios.
La almohada huele a carne cruda.
Ella estuvo danzando un tiempo en las orillas del sueño.
Si existió beberé de la botella. Descubriré aromas blancos.
Toda la belleza del mundo.
A contraluz se observa cómo las gotas de agua se queman al tocar el cristal de mi ventana…
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