Que bello es estar aquí tumbado junto a ti. Después de haber sentido tantos pesares con esas pesadillas de reptiles y manglares que tan a menudo molestan mis sueños.
Parece que después de todo encender la luz ¡la luz! y beber un poco de agua lo dejan a uno más relajado.
Pero sobre todo es estar aquí, contigo. Silenciosa. En este mutismo de ventana iluminada. Bajo el calor de la casa; mirando al techo y despatarrado sobre este gurruño de sábanas. Feliz a las tres de la mañana de tu mirada sincera y cómplice. ¿Quién si no tú se podría despertar a estas horas para acompañar mi terror infantil?
Esta mañana hablé con Mario. Hace mucho que no nos vemos. Hace mucho que no veo a nadie.
No voy a engañarme diciendo que no los echo de menos. Pero hoy por hoy es raro que cada uno traspase el umbral de su propia vida. Los amigos van quedando como satélites de los que de cuando en cuando uno se cuelga para no dormir, para no tener pesadillas de reptiles. Hace tiempo que sólo tú eres mi compañera.
Y mira ahora…una vez más tan noble te acurrucas junto a mí pidiéndome cariño. Pidiéndome unas caricias y poco más. Unas caricias que yo te daré de buen gusto con una sonrisa a medias y los ojos entornados y legañosos porque ¿sabes? He aprendido mucho de ti: el arte noble de escuchar, cierto magnetismo en la forma de mirar, una gracia elegante, aunque algo triste, como el otoño…
Sólo siento que no descorcharé contigo champán alguno.
Ven, acércate. Hazte una bolita sobre mi tripa. Ronronea, mi gata Lluna…entorna tus ojos. Tu arte felino…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tus armas...invencibles y certeras, fueron forjadas desde que eras un niño, y ahora solo hay que pararse a contemplar tus palabras, para que incluso sin entenderlas te hagan llorar...
ResponderEliminar