jueves, 24 de junio de 2010

Vida en los montes

Ahora bien, creerás muchas cosas, poetisa
Pero nunca, nunca, entenderás
El abismo entre la mente y la palabra.
Jamás encerrarás un sentimiento en un sonido,
Jamás leerás mi corazón en lo que digo
Porque -mi pobre poetisa- ya no entiendes
Las cosas que se dicen desde el río.
En los prados verdes lo he sido todo
Y no he sido nada. Y he aprendido a aceptar
Que mi pobre poetisa ha muerto
Y que las batallas que libramos hace años
Son solo material poético.
Alimento del recuerdo
Y pasto de gusanos son ya esas cosas, mi vida.
Mi dulce y blanca poetisa consumida
Por el hechizo de la ciudad, Y yo,
Que solo espero jamás seguir tus pasos
Y ver consumirse el cadáver fiel de mi mastín
Bajo las faldas de mis montes y mis sierras
Y ser yo algún día quien les marque a los astros su destino
Y quien alimente a los pastos
Y quien reciba el sustento de sus manos callosas,
De su sudor y su sangre y nunca de las tibias
Manos de los banqueros y los jefes.
Oler a humo y a cuajo y a invierno
Y siempre hablar desnudo como cantan
Los pájaros y como duermen las piedras.
Y simplemente, mi vida, mi poetisa,
En un acto íntimo y dulce, dormir tu ausencia,
Como se duerme a un niño pálido que ríe
Porque de nada sabe.

2 comentarios:

  1. Una vez más tú, abismo de abismos, océano de océanos,me empapas a mí, caracola entre las caracolas de tu poética no sólo llevada al papel, sino a cada centímetro de tu ser.



    coco

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